Cada vez que visito a mi masajista, siento que el mundo se detiene. Cumatoz, con su toque mágico y su cuerpo de ensueño, tiene la habilidad de convertir cada sesión en una experiencia inolvidable. Hoy, mientras me recuesto en la mesa de masaje, no puedo evitar preguntarme qué sorpresas me deparará esta vez. La anticipación me recorre la piel, y mi mente se llena de imágenes eróticas de lo que está por venir.

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La habitación está en penumbras, con la luz suave filtrándose a través de las cortinas. El aire huele a aceite de masaje y a la esencia de Cumatoz, un aroma que me embriaga y me hace perder la noción del tiempo. Ella entra en la sala, su cuerpo curvilíneo envuelto en un vestido de seda que resalta cada una de sus generosas curvas. Sus pechos, firmes y tentadores, se asoman por el escote, prometiendo placeres inefables.
Cumatoz se acerca a mí con una sonrisa pícara, sus ojos brillando con una mezcla de profesionalismo y deseo. “Hoy te tengo algo especial,” susurra, mientras sus manos expertas comienzan a desabrochar mi camisa. El contacto de sus dedos en mi piel me hace estremecer, y ya puedo sentir la tensión acumulada en mi cuerpo comenzando a disolverse.
Me quita la ropa lentamente, saboreando cada momento. Sus movimientos son fluidos y sensuales, como si cada gesto fuera una coreografía perfectamente ensayada. Cuando estoy completamente desnudo, me invita a recostarme en la mesa de masaje, cubierta con toallas suaves y cálidas.
Cumatoz comienza a masajearme con un aceite aromático, sus manos deslizándose sobre mi cuerpo con una presión perfecta. Sus dedos encuentran cada punto de tensión, cada músculo agarrotado, y los liberan con un toque casi hipnótico. Mientras trabajo en mi espalda, siento su cuerpo pegado al mío, sus pechos presionando contra mi piel. El contacto es eléctrico, y mi excitación crece con cada movimiento.

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De repente, sus manos se deslizan hacia mi entrepierna, y siento una oleada de placer. “Relájate,” murmura, mientras sus dedos expertos comienzan a masajear mi miembro, ya duro y palpitante. La sensación es indescriptible, una mezcla de alivio y deseo que me lleva al borde del éxtasis.
Cumatoz se inclina sobre mí, sus pechos colgando tentadoramente cerca de mi cara. Puedo ver la curva perfecta de sus senos, la piel suave y tersa, y la tentación es demasiado fuerte. Alcanzo a acariciar uno de sus pezones, y ella gime suavemente, un sonido que envía ondas de placer a través de mi cuerpo.
Decido cambiar de posición, y me coloco de rodillas en la mesa, ofreciéndole una vista perfecta de mi trasero. Cumatoz, siempre dispuesta a complacer, se coloca detrás de mí y comienza a masajear mis glúteos con movimientos circulares. La sensación de sus manos en mi piel, el roce de sus dedos, me lleva a un estado de éxtasis total.
Sin previo aviso, siento su lengua húmeda y cálida explorando mi ano, y el placer es tan intenso que casi pierdo el control. Sus manos siguen masajeando mis glúteos mientras su lengua trabaja su magia, llevándome al borde del orgasmo.
Cumatoz se coloca frente a mí, su cuerpo desnudo y resplandeciente bajo la luz tenue. Me invita a penetrarla, y no dudo ni un segundo. La sensación de su interior cálido y húmedo me envuelve, y comienzo a moverme con un ritmo frenético, buscando la liberación final.
Cada empujón es una explosión de placer, y puedo sentir cómo su cuerpo responde al mío, sus gemidos llenando la habitación. Cumatoz me mira con una mezcla de lujuria y adoración, y en ese momento, sé que esta experiencia me cambiará para siempre.
Finalmente, alcanzamos el clímax juntos, nuestros cuerpos temblando con la intensidad del orgasmo. Nos quedamos así, abrazados, recuperando el aliento, sabiendo que este encuentro ha sido más que un simple masaje. Ha sido una conexión profunda, una experiencia que recordaré por el resto de mi vida.
Cumatoz, con su toque mágico y su cuerpo irresistible, ha convertido una simple visita al masajista en una aventura erótica inolvidable. Y mientras me visto, no puedo evitar sonreír, sabiendo que cada vez que venga, será una experiencia única y especial.